La retinitis pigmentaria es una enfermedad ocular en la cual existe daño a la retina, que es la capa de tejido ubicada en la parte posterior del ojo y convierte las imágenes luminosas en señales nerviosas y las envía al cerebro. Este mal afecta a aproximadamente 1 de cada 4 mil personas en los Estados Unidos.
En la mayoría de los pacientes, esta patología es ocasionada por factores hereditarios y suele presentar los primeros síntomas en la niñez, aunque los problemas graves en la visión aparecen durante la juventud y la primera parte de la adultez.
Los pacientes que padecen retinitis pigmentaria suelen manifestar disminución de la visión nocturna o cuando hay poca luz, pérdida de la visión lateral (periférica), lo que le provoca un estrechamiento concéntrico del campo visual. En casos avanzados, pueden perder la visión central, según nos indican los expertos del Centro Oftalmologico Barraquer.
Los médicos llegan a diagnosticar esta enfermedad luego de realizar exámenes que contemplan la evaluación de la visión cromática y de la retina por medio de oftalmoscopia después de dilatar las pupilas. De manera complementaria, los oculistas pueden efectuar una angiografía con fluoresceína, medir la presión intraocular y la actividad eléctrica en la retina, así como también la respuesta del reflejo pupilar y la prueba de refracción.
Este mal que afecta a los ojos aún no tiene un tratamiento efectivo que pueda garantizar su cura, aunque ciertas terapias alternativas y medidas preventivas, como el uso de gafas de sol, ayudan a lentificar el desarrollo de la afección, que generalmente conduce a la ceguera.
Existen tratamientos con antioxidantes, aunque la ingesta de altas dosis de vitamina A puede causar serios problemas colaterales. Además se están llevando a cabo varios estudios clínicos para investigar nuevos tratamientos para la retinitis pigmentaria, incluyendo el ácido graso y omega 3.
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